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Meditación – la Vía Buddhista



Por Dr. Bhante Punnaji


Los tipos de meditación son muchos y variados, pero hay una cosa en común en todas. Eso es que todas son una forma de pensamiento. Meditar es pensar y contemplar. “Yo no elogio toda forma de meditación,” dice el Buddha. “Cualquier meditación que incremente el ansia, ira, letargo y somnolencia, excitación y preocupación, y confusión, no elogio ese tipo  de meditación; pero, aquel tipo de meditación que decrece y elimina estos estados perjudiciales, yo elogio ese tipo de meditación.”


Por lo tanto, la meditación Buddhista es la cultivación de un pensamiento benéfico. (Maj. 14) Nos convertimos en lo que pensamos. Así, cambiando nuestro hábito de pensamientos, nos transformamos. Por lo tanto, la meditación Buddhista es también un método de auto-transformación. Esto quiere decir, que es también una manera diferente de vivir. “Siembra un pensamiento y cosecha un hábito. Siembra un hábito y cultiva un carácter. Siembra un carácter y cosecha un destino.” Entonces, cambiando nuestra manera de vivir, obtenemos un resultado benéfico.


¿Cuál es ese resultado diferente? ¿Cuál es el propósito de la meditación Buddhista?

Es el resolver el problema de la vida. El mayor problema de la vida, el más básico, es el problema de la infelicidad. ¿Quieres que tu vida sea más feliz? Si es así, eso quiere decir que aceptas el hecho de que por ahora no eres feliz. Todos nos enfrentamos a este problema, pero no todos están apropiadamente concientes de ello, ni saben cómo resolverlo.


El primero paso en meditación es examinarse y hacerse conciente del problema personal de la felicidad. Hemos de aprender a examinar nuestro pensamiento y a vernos a nosotros mismos en nuestra empresa diaria del vivir. Nuestro problema, observaríamos, es nuestra inhabilidad para satisfacer nuestros deseos. Estamos en conflicto con nuestras circunstancias, con las personas que vivimos, y con las situaciones placenteras y dolorosas que enfrentamos. En otras palabras, nuestros deseos están en choque con la realidad. Somos incapaces de aceptar nuestras circunstancias reales. Queremos cambiarlas o arrancar de ellas. En hacer esto, somos torturados por deseos, iras, miedos y pesares. Podríamos incluso recurrir al crimen, que daña a otros o nos daña a nosotros mismos por medio de neurosis, enfermedades sicosomáticas, alcoholismo e incluso suicidio.


Simplemente nos entregamos al pensar y actuar negativo debido a nuestra inhabilidad para aceptar la realidad. Eso es el sufrimiento (o dukkha). La causa de nuestra infelicidad en realidad no son las circunstancias, sino nuestros deseos irrealistas por cambiar una situación que no puede ser cambiada. Cuando no tenemos el poder de hacerlo, quizás busquemos la omnipotencia de la magia o de religiones mágicas. Es solo el pensamiento ilusorio el que nos hace creer en la omnipotencia.


Si estamos dispuestos a aceptar lo inevitable, no necesitamos esta omnipotencia. Hemos entonces de controlar nuestros deseos irrealistas y ajustarnos a la realidad. Esto entonces, es la salud y felicidad mental. Las circunstancias que enfrentamos en la vida pueden ser placenteras o implacenteras; pero éstas no son permanentes, puesto que cambian y se alternan. Si deseamos circunstancias placenteras y nos repulsan las circunstancias implacenteras, querríamos tener permanentemente circunstancias placenteras cerca nuestro y las circunstancias implacenteras lejos nuestro. Esta se vuelve nuestra idea de “felicidad”. Entonces, luchamos por lograr esta “felicidad” desde la cuna a la tumba, y sin embargo sin éxito alguno. Este es nuestra noción de “felicidad” debida al deseo irrealista.


Si pudiésemos comprender esta situación y encontrar nuestra felicidad en una manera distinta de vivir; si pudiésemos dejar de tratar de cambiar o alterar nuestras circunstancias; si pudiésemos dejar de codiciar el placer y dejar de repulsar el dolor; si pudiésemos comprender la impermanencia, insatisfacción, e in-apropiabilidad  del placer; si pudiésemos controlar nuestro pensamiento y dejar estas reacciones negativas a nuestras circunstancias; entonces seríamos libres de la infelicidad. Entonces nos hallaríamos verdaderamente felices. La felicidad se encuentra dentro nuestro, en la mente tranquila, in-agitable por las vicisitudes de la vida. La felicidad no se ha de encontrar en el cambiar nuestras circunstancias.


La solución del problema de la infelicidad mediante el cambiar nuestro pensamiento y transformándonos a nosotros mismos es el camino Buddhista de meditación llamado, “El Noble Camino Óctuple.” Este cambio es un cambio “Óctuple”, comenzando por nuestras visiones (perspectivas).

Perspectiva Armoniosa

Orientación mental Armoniosa

Habla Armoniosa

Actuar Armonioso

Estilo de Vida Armonioso

Práctica Armoniosa

Introversión de la Atención Armoniosa

Equilibrio Mental Armonioso


Una vez que tenemos el entendimiento correcto de las cosas (o “perspectiva armoniosa”), que es el entendimiento del sufrimiento y su cesar, y reflexionamos constantemente esto, el resto le sigue automáticamente.


Es entonces que estamos para albergar una orientación mental armoniosa de no-avidez, no-rencor, y no-daño. Esto conduce a un hablar, actuar, y vivir armonioso. Cuando se hace esto, “la introversión de la atención armoniosa” se perfecciona, y el “equilibrio mental armonioso” le sigue.


Al transformarnos a nosotros mismos de esta manera, nos liberamos de todo pesar e infelicidad.


Comenzar a cambiarnos a nosotros mismos es comenzar a convertirnos en Buddhistas. Comenzamos por tomar refugio en el Buddha, uno debe tener confianza en el Buddha; tener confianza en el Buddha es tener confianza en la habilidad del hombre de superar toda debilidad humana y perfeccionarse; esta confianza en el potencial humano es además tener confianza en uno mismo; el Buddha es en verdad una proyección de uno mismo en lo perfecto. Para aspirar a este estado de perfección uno debe reconocer la superioridad de este estado, y honrarlo.


Debemos cambiar nuestro sentido de los valores. Es por esto que estos tres refugios (el Buddha, el Dhamma, la Sangha) deben ser honrados, respetados, venerados y constantemente reflexionados en pos de la inspiración. Haciendo esto, nos convertimos en lo que veneramos y contemplamos.


Uno no se vuelve Buddhista por solo nacer en una familia Buddhista, o proclamándose a uno mismo serlo luego de una ceremonia de iniciación. Uno se vuelve Buddhista mediante la transformación de uno mismo; ésta es la conversión Buddhista. La conversión en Buddhismo no es un enrolamiento en un grupo, sino una transformación de uno mismo; esto no puede ser hecho por nadie más que uno mismo por sí mismo. Uno deber convertirse a uno mismo en Buddhista una vez que aprecia la importancia de hacerlo. Solo cuando esta conversión se ha completado es que uno se vuelve un verdadero Buddhista. Al Buddhista completo se le llama, un perfeccionado, un digno, un Arahant; sin embargo se le llama a uno Buddhista (o Noble Discípulo), cuando ha tomado este primer paso de tomar refugio, contra los pesares y miedos de la vida, en el “Triple Refugio”: el Buddha, el Dhamma (la Enseñanza), y la Sangha (comunidad de discípulos). Cada paso adelante en este camino de volverse un Buddhista perfecto es un paso hacia una felicidad mayor.


Así, la meditación Buddhista es la transformación de sí mismo para el logro de la felicidad mediante la cultivación del pensar correcto (citta bhavana).

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